Hoy no voy a hablar —apenas— de marketing, sino de una forma de viajar así curiosona.
Turismo slow le llaman.
Y no me voy a leer ni un solo post antes de escribir el mío, porque quiero dar mi propio punto de vista sobre esta forma de hacer turismo tras haberla conocido hace un tiempo.
Mi blog, mis reglas 😏
Vamos allá con el turismo slow.
Te voy a hablar de...
Qué es el turismo slow
Según entendí en su momento, el turismo slow es un turismo en el que pasas de los checks y te centras en disfrutar sin prisas del destino.
De su geografía, de su gastronomía, de sus gentes, de su cultura.
Turismo slow es visitar un lugar y sumergirte de lleno en él, olvidándote de sacar fotos por un tubo.
Es querer visitar un solo sitio despacito y bien y no doce rápido y mal.
¿Se pueden sacar fotos haciendo turismo slow? Sí.
¿Se puede ir a la torre Eiffel si vas a París en plan turismo slow? También. Bajo mi punto de vista sería de necios no ir.
¿Se puede ir de maratón empalmando free tours y hacer como que conoces Londres en un fin de semana haciendo turismo slow? Nanai.
¿Estamos obligados a hacer turismo de este tipo?
A nadie en su sano juicio le gusta pegarse un palizón a caminar durante tres días para sacar tropecientas fotos y poder decir «yeah, estuve allí».
Lo hacemos porque viajar ya es cosa de todos, cuando antes era de tan solo unos pocos.
Y porque che, nos gusta presumir y si no te animo a que eches un ojo a las stories de tu Instagram.
Me incluyo eh, ojo.
Viajamos con el culo apretado intentando llegar a todos lados porque es barato, nos lo podemos permitir y los destinos están preparados para recibir turistas en ese plan.
Pero a ver, dime: si pudieras elegir entre ese viaje de la muerte a toda hostia y conocer ese mismo destino en el triple de tiempo, ¿qué harías?
Insisto en lo de que «podemos permitírnoslo».
Todos preferiríamos tener 6 meses de vacaciones para recorrernos el sudeste asiático sin prisas, pero es lo que hay.
¿Tenemos que renunciar al turismo slow por no disponer de tanto tiempo?
Yo diría que no.
Sí pienso que tendríamos que renunciar a querer decir «he estado en 35 países y subiendo» e intentar visitar con calidad más que a cantidad.
Para empezar a hacer turismo slow no hay que tener necesariamente más tiempo, sino un poco más de pasta y renunciar a esa forma de viajar de «llego a todo».
Viajar lento, conociendo, disfrutando de verdad.
Algo que, dicho sea de paso, no se puede hacer sin al menos una de estas dos cosas:
- Tiempo
- Estudio previo
Si tienes todo el tiempo del mundo hacer turismo slow es cuestión de llegar, descubrir sin prisas y a ver qué te regala el sitio.
Como no solemos tenerlo, necesitamos estudiar.
Estudiar dónde vamos a ir… antes de ir. ¡Deberessss!
La subjetividad, clave
El objetivo es, en resumidas cuentas, conocer «de verdad» el lugar que visitas y disfrutarlo como a ti te gusta.
A ti, no a otro.
No hay una guía de turismo slow para conocer Barcelona.
Yo lo haría de una forma y tú probablemente de otra.
En el estudio previo está la clave, remember.
Si tú no entrarías en un bar ni aunque fuera el último sitio fresquito de la Tierra, ¿por qué mi turismo slow —que me gustan más los bares que a un tonto un lápiz— ha de ser como el tuyo?
Beneficios para el destino si practicas turismo slow
El más notable es que el destino ya no recibe un turista que molesta y no deja dinero.
Recibe uno que quiere pasar desapercibido. Tienes auténtico interés por conocer y disfrutar del lugar, pero sin llamar la atención.
Sin molestar a los viandantes porque no pueden pasar por delante cuando te estás haciendo una foto.
Prefieres dejarte 30€ en una comida que se pediría alguien de allí y no 10€ en el Burger King.
Coges el transporte público y vives la experiencia en vez de alquilarte un coche.
Le pagas un tour a un guía y lo reservas por adelantado en vez de unirte a un free tour y fomentar la forma que tienen de funcionar, que da para otro post.
Es decir, vives la experiencia real —la que es real para ti— sin dejar demasiada huella como turista, pero sí dinerito 💰
Y claro, si te pones a pensar… tu viaje tiene todas las papeletas para ser una muestra de turismo sostenible con el planeta más que ninguno.
Ejemplo tonto de turismo slow
Aterricemos el turismo slow en un viaje a Berlín, una ciudad en la que siempre hay algo que hacer.
Pongamos que viajo desde Valencia, la ciudad en la que vivo, y voy a estar allí tres días.
Para mí, no hacer turismo slow sería lo que llevo haciendo desde que empecé a viajar.
Duermes en un sitio bueno, bonito y barato: hotel, Airbnb, hostal… En fin, algo que te puedas permitir, porque el alojamiento es tan solo un medio para disfrutar del destino.
Una vez allí me planifico lo que voy hacer durante los tres días de viaje:
- Día 1: free tour por el centro por la mañana para que me expliquen todo y a la tarde, entrada a los museos de la isla de los museos, con el Pérgamo a la cabeza, y paseo por el barrio judío.
- Día 2: me recorro el East Side Gallery —la parte del muro con las obras de los artistas— y a la tarde me voy a la otra punta de la ciudad, a pasear por Tiergarten, el zoo y a visitar el palacio de Charlottenburg.
- Día 3: turno del centro. Voy a ver Checkpoint Charlie y entro en el museo de la topografía del terror antes de ir a Alexanderplatz, donde veo la torre de la televisión. Me doy un paseo por Unter den Linden, paso por Brandenburger Tor y pongo rumbo a Hackesches Markt antes de finalizar el viaje con una visita a Mauerpark, a ver qué se cuece.
Cuando viajamos a contrarreloj nos entra un FOMO brutal, por lo que intentamos ir al mayor número de sitios en el menor tiempo posible para sentir que nos ha cundido el viaje.
Además, nos hacemos fotos en todo lo que visitamos, y así nos aseguramos un grato recuerdo.
Meh.
En ese viaje cero slow, por cierto, he comido hamburguesas de McDonald’s, nudelns a la salida de alguna estación de metro y kebabs en sitios que tenían buena pinta.
Meeeeh.
Hacer turismo slow no es evitar ver sitios como Brandenburger Tor o comer comida rápida; qué va.
Eso no tiene nada de «anti-slow».
Lo que es anti es comerte la hamburguesa en la cadena de comida rápida más famosa del mundo teniendo lugares como el Burgermeister de Schlesisches Tor o el International de Neukölln, que de internacional no tiene nada.
O pasar por Branderburger Tor 20 segundos, lo justo para hacerle una foto, antes de ir a por tu próxima víctima.
Yo ese mismo viaje de tres días, si practicara turismo slow, lo haría así.
Para empezar, un par de semanas antes de ir me estudiaría bien todo lo que pasó en Berlín en el siglo XX.
Repasaría la historia de los barrios y monumentos más notables, como Brandenburger Tor o el muro.
Es decir, iría con los deberes hechos, para poder disfrutar mucho más del viaje sin necesidad de estresarme por el tiempo.
Habiendo estudiado, además, me habría planificado bien desde casa, y mis días serían, por ejemplo, así:
- Día 1: paseito por el centro, a mi aire, visitando aquello que, por haberlo estudiado antes, me interesa más. Comida en algún sitio bien valorado por los berlineses, que ofrezcan platos de gastronomía local. Se huele un codillo. A la tarde me daría otro paseo por una segunda zona y cenaría ligero antes de irme a explorar el barrio de Kreuzberg, por su vida nocturna.
- Día 2: exactamente lo mismo que el día 1. Voy a sitios que me interesan, como comida que me interesa, visito museos que me interesan… y lo hago sin sufrir por el tiempo. Fíjate si voy sobrado que no me importa comerme 50 minutos de cola para probar el famoso kebab Mustafá.
- Día 3: más de lo mismo. Igual en el Mustafá hasta repito —de kebab y de cola para pedirlo—
Al final intento disfrutar de tres días en Berlín como los disfrutaría un berlinés parecido a mí que estuviera de viaje en su propia ciudad 🤷♂️
El turismo slow, como decía, es algo completamente subjetivo en cada caso.
Experimentar un destino de forma slow es distinto para mí que para otro.
O para mi yo de dentro de 20 años.
Ahora puede interesarme más conocer el ambiente nocturno de algún barrio con cierto movimiento bohemio.
O una galería de pintura.
O el restaurante más cochambroso pero auténtico del lugar.
Hace años ver cuadros de Tiziano en Madrid o frescos en una antigua iglesia búlgara me habría dado completamente igual. Hoy no; hoy estaría in.
Si ahora me voy de destino rural, seguramente quiera hacer alguna ruta de senderismo —que además, mi hermana me regaló unas zapatillas hace poco que son canela—, disfrutar del silencio, del calor de la chimenea o de un guiso.
Yo qué sé; al final es mirarse uno mismo.
Ver lo que te gusta y lo que no, estudiarte el sitio al que vayas a ir… y no tener miedo de «no aprovechar el tiempo».
El tiempo solo se desaprovecha cuando no se disfruta como uno quiere.
Otro ejemplito de turismo slow, más real
Mira, llevo yéndome desde 2016 un par de veces al año a Gijón.
Allí tengo un amigo que conocí en 2011, cuando vivía en Berlín.
¿Conoces Gijón?
A nivel turístico es una ciudad sin mucho encanto.
No hay muchas cosas que ver, o no hay de aquello que el turista estándar pudiera considerar como un «supercheck».
Yo veo Gijón como un check en todo su ser, y es lo que disfruto cuando voy una y otra vez.
Me gusta cómo está configurada la ciudad.
Me gusta el ambiente por las calles.
Me gusta que Cimadevilla sea como un pueblecito, que en el centro haya movimiento en bares de gente de mediana edad y que la zona que rodea a la avenida Constitución tenga un aspecto decadente.
Mi turismo slow cuando voy a Gijón consiste en esto:
- Comer fabada en un bar de Cimadevilla
- Comer cachopo guisado en un bar de Cimadevilla
- Comer cachopo de pescado en un garito del paseo de la playa de San Lorenzo
- Pasear por el paseo de la playa de San Lorenzo
- Ver NBA con mi amigo
- Beber cerveza en un garito cercano al centro
- Beber sidra en según qué sitios
- Desayunar tortilla en un bar diminuto de la zona decadente
- Ir a un barbero genial de la zona decadente que, por cierto, se quiere mudar a Valencia
- Tomar el vermut en un par de vermuterías estupendas
De cosas supuestamente visitables, que no hay muchas, solo he visitado las termas romanas, y porque fui con mi ex hace mil años y ella de lo anterior no era particularmente fan.
Tengo pendiente nadar un par de kilómetros en la playa de Poniente cuando pueda, que esta última vez tuvimos un pequeño percance y no pudo ser.
Por lo demás, estar con mi colega 3-4 días comiendo, bebiendo y riéndonos, disfrutando del ambiente y del clima cuando responde, es lo más parecido que hago al turismo slow cuando viajo para el norte.
Ojo, que sé que estoy hablando de un caso excepcional.
Que cuando me vaya por primera vez a Costa Rica seguramente haré las cosas de otra forma, y eso que son muy «pura vida».
¿Tu empresa turística promueve el turismo slow? Demuestra, demuestra
Es fácil mostrar cómo.
Puedes vender experiencias en un destino y tener 400 actividades disponibles.
¿Dejas de apoyar el turismo slow por eso?
No, claro que no.
No estás diciendo que te contraten 400 experiencias, sino que estás dando 400 opciones, para que cada cliente haga aquello con lo que se sienta más realizado.
Pero la clave yo creo que está en tu about.
En el quiénes somos.
Ahí te puedes explayar con calma y decir el tipo de turismo que te gusta promover con tus servicios.
No tiene por qué aparecer la palabra «slow», porque al final el turismo slow suele derivar en valores como estos:
- Respeto por el medio ambiente
- Respeto por las personas que viven en tu destino
- Anteponer por la cultura local, la lengua y las tradiciones
- Anteponer los productos locales
- …
Y eso sí que se puede reflejar fácilmente en tu about si le das cañita al storytelling y lo haces bien.
En Turmenta te echamos un cable si gustas 😊
Y poco más; hasta aquí mi opinión sincera y poco meditada de lo que es el turismo slow, algo que solo conocía como concepto y que sospecho empezaré a practicar más a menudo.